miércoles, marzo 21, 2007

ELECCIONES A INICIOS DEL SIGLO XX

"A inicios de siglo XX la oligarquía ostentaba un grado considerable de control sobre los procesos electorales. Por esta razón, durante este periodo, las elecciones eran más una expresión de la capacidad de los candidatos de manipular la votación que la manifestación de una auténtica voluntad popular. La historiadora peruana Alicia del Águila describe a continuación las formas que tomaban estos procesos".

"Como hemos visto, la lealtad política se basaba en favores individuales; la ‘la opción electoral’ dependía, entonces, de la generosidad del candidato. Y la ley no solía representar un límite para estos acuerdos. Así lo muestra el acuerdo preelectoral para la candidatura de Rafael Larco Herrera (Huamachuco 1911). En él los firmantes se comprometen a luchar a favor de la candidatura del referido postulante. Según el documento, en el punto 6 ‘los presidentes de las mesas receptoras de sufragio, se comprometen a hacer triunfar la causa por todos los medios posibles que estén a su alcance’. Es decir, tenía asegurada la parcialidad de los presidentes de mesa.

Este trato, seguramente firmado entre los notables de esa ciudad, era el comienzo de una cadena de compromisos que se extendía hacia abajo. De hecho, en ese mismo documento se acordó nombrar una junta directiva y comisiones ‘para que se encargaran de conseguir en los cinco cuarteles de la población, a todos los inscritos para que puedan votar’: por un lado, aumentaban los partidarios con misiones específicas, de diferente nivel de responsabilidad – que seguramente, en esa misma proporción serian reconocidos -; por otro lado, el ‘conseguir’ los inscritos era, obviamente, para asegurar sus votos lo que generaba otros compromisos.

Se trataba de una misma cadena vertical de donantes / protectores que, en muchos casos comenzaba en la presidencia de la República. Así, el presidente era el gran patrón político y en palacio eran recibidos los más humildes clientes. La beneficencia pública, se encontraba acaparada por la elite de notables: ellos debían dirigir la caridad; de otro modo el espectro político se ampliaría a otros patrones.

Ahora bien, no se trataba únicamente del simple pago por el voto. Como hemos dicho las ofertas que confirmaban la lealtad política (como otras de diversos tipos) no solo eran monetarias; lo más importante era la concesión de favores y la protección de una vida social marcada por la irregularidad, el privilegio. Para ello, se expedía una suerte de cheque en blanco, un compromiso de lealtad a futuro. De ganar el candidato, la lealtad debía ser renovada mediante la concesión de nuevos favores o la confirmación de la promesa de protección.”

DE: ALICIA DEL ÁGUILA. Callejones y mansiones: espacios de opinión pública y redes sociales y políticas en la Lima del 900. Lima: PUCP, 1997, pp 166-167

1 comentario:

Héctor Huerto Vizcarra dijo...

Saludo el esfuerzo histótico educativo, al que nos sumamos desde nuestro naciente proyecto, ojala le des una leida a nuestro manifiesto fundacional: la hemiplejia de la historia peruana. Espero tus comentarios.

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